Fernando de Noronha

No hay una isla más hermosa ni tan conservada naturalmente en todo el planeta como Fernando de Noronha. La escasa población de la isla se encuentra en el centro, no hay construcciones costeras. Las dos terceras partes son reserva federal, las playas se han mantenido vírgenes.

No hay hoteles internacionales, los escasos turistas se alojan en pequeñas posadas propiedad de los isleños. Casi no hay vehículos, arrojar un papel en la playa se considera un pecado capital. Toda la isla es un gran culto al mar. Al amanecer, con la salida del sol, los visitantes se dan cita sobre un acantilado para ver la llegada de los delfines que saludan al sol con saltos y juegos.

No hay un lugar en el mundo tan cuidado, tan protegido, tan salvaje como Fernando de Noronha. Sus aguas poco transitadas y casi nunca exploradas, con una visibilidad promedio de 45 metros y 29°C se convirtieron en una meca del buceo deportivo mundial. Quizás por esa exclusividad difícil de obtener hoy en día, es que viajar a Noronha siempre fue más costoso que viajar al Caribe.

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