Bariloche

Aún existe un lugar donde la vida silvestre prospera libre, y se cumplen los inexorables ciclos de la evolución natural y se llama Bariloche.
  
Aquí sucede el encuentro extraordinario de la Cordillera de los Andes, los bosques húmedos meridionales y la estepa patagónica, algo único y digno de presenciarse en todos los momentos del año. En primavera el espectáculo son los brotes, las flores, las mañanas luminosas y los crepúsculos algo fríos.

En verano las tardes son infinitas, la piedra de la montaña se calienta y de las vertientes surge agua helada. Destella la vida bajo la luz y el calor del estío. Bosques nativos, montañas, ríos o el desierto resultan intrincados universos por descubrir y tremendos escenarios para la pesca de salmónidos, el trekking, el andinismo, el mountain bike, el kayac, el rafting y el parapente. O porque no el golf.

Luego todo se vuelve rojo. Es el otoño. El sol discurre ahora paralelo al horizonte y da de lleno en los bosques. Todo se tiñe. Los insectos se callan y se oyen lejos los graznidos de las aves que emigran.

Llega el invierno. Lo que se vive en la cima del Cerro Catedral, no es fácil de olvidar. Las cumbres de las montañas vecinas, el abismo nevado, el cielo y el lago azules. Pendientes para el ski alpino, de fondo, de travesía, de competición y extremo. Polo de atracción mundial para fans del snowboards de ambos hemisferios.

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