Es imposible visitar Italia una vez y no desear volver. Siempre va a quedar un sabor a poco, siempre se va a hacer necesario volver para visitar un paisaje, probar una comida o admirar esa escultura que no pudimos ver en nuestro viaje anterior. Fueron muchos los grandes escritores, escultores y pintores que han dejado su huella para que la saboreemos, como para poder resistir el reto. Este país, el más difícil de clasificar por su gran diversidad, tiene en cada rincón algo que descubrir.
Roma, su capital, fundada según el mito por los legendarios Rómulo y Remo es el resultado del paso por muchos períodos históricos, por lo que sus barrios son una mezcla de edificios antiguos, medievales, renacentistas y modernos. El Coliseo es el símbolo clásico de esta Roma imperial. Su arquitectura resulta de un homenaje al arte griego, visible en algunos de sus elementos como las columnas de la fachada. Es solo una muestra de todo lo que usted podrá conocer.
Florencia es la cuna de las letras italianas y del arte renacentista, cautiva al visitante con las huellas de su esplendoroso pasado. En la Edad Media fue el centro intelectual del país.
La renombrada Venecia, emerge del agua como un milagro imposible. Destino irrefutable de nostálgicos y románticos, se extiende sobre un archipiélago de 118 islas resguardadas del mar por bancos de arena. La ciudad es un artificio que se hunde cada año un poco más, añadiéndole un cierto encanto de progresiva muerte anunciada. La fastuosa piazza San Marcos contrasta con la visión de los vericuetos de la ciudad repletos de paseos con casas con los bajos desgastados por la incontenible corrosión del agua. La plaza, abierta al gran Canal, está enmarcada por hermosos pórticos con edificios y cafés.
Son tantos los encantos del Norte italiano, repleto de pueblecitos pintorescos y paisajes espectaculares, que nos quedaremos sólo con algunos de los lugares más reseñables. Turín es la capital de la región del Piamonte, y está situada a orillas del Po. Sus residencias reales, conjunto de extraordinario valor histórico-artístico, han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad. Milán es una ciudad industrial y en gran auge económico, pero es también una urbe histórica con una intensa vida cultural. Su imponente catedral gótica, el Duomo, situada en la plaza homónima, es la mayor joya de la ciudad. Verona, la ciudad de Romeo y Julieta con interesantes edificios como el circo romano, la iglesia de San Zeno y la fortaleza de Castelvecchio.
Entre los mares Mediterráneo, Jónico y Tirreno asoma Sicilia, una isla invadida a lo largo de los siglos por griegos, romanos, normandos, cartagineses, árabes y españoles. La capital, Palermo, es una ciudad llena de contrastes. Su herencia monumental tiene más de 50 palacios y 80 iglesias de diferentes estilos. En Cerdeña nos encontramos con una población que sigue apegada a sus costumbres más tradicionales. Por todas partes vemos unas extrañas fortalezas de piedra, los Nuraghi, que construyeron en la Edad de Bronce gentes probablemente llegadas de las Islas Baleares. La influencia catalana en la isla se respira por doquier, no sólo en la arquitectura sino también en aspectos como el lenguaje y las costumbres.
Es a la sombra del inquietante y temido Vesubio que aparece el golfo de Nápoles, donde se respira el más intenso espíritu del sur italiano. La ciudad es un interesante centro monumental, presidido por la plaza del Plebiscito. Pompeya, uno de los mejores destinos arqueológicos del mundo, surge a 10 km. del Vesubio, el mismo volcán que la sepultó hace siglos. En el centro de esta urbe, desenterrada del olvido en 1748, nos encontramos con verdaderas joyas como el foro, numerosos zócalos de estatuas conmemorativas y una parte de la columnata de Toba.
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